Desde el viernes pasado 98 de los 180 trabajadores del exclusivo Club de Golf Los Leones se encuentran en huelga legal. Se trata de dos sindicatos que agrupan a cocineros, garzones, coperos, personal de mantención de las canchas de tenis y de golf, y de los lockers. En estos cinco días no han logrado llegar a acuerdo con la gerencia de uno de los clubes que agrupa a las familias más exclusivas del país.
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El Presidente Riesco con el Golf hay alguien comiendo porotos con riendas de una olla. También hay jóvenes de pantalones claros, camisa y blazer. Hay una olla común y chaquetas de botones dorados. Desde que la huelga de El Club de Golf Los Leones se iniciara el viernes en el frontis del exclusivo establecimiento, los vecinos han corrido raudos a los teléfonos para llamar a funcionarios municipales. Ya les han pasado tres partes por ruidos molestos en cinco días.
Apellidos como Bacigalupo, Edwards, Ruiz-Tagle Echeñique, Errázuriz, Ilharreborde y Piwonka figuran sólo entre los directores del Club ubicado en Presidente Riesco 3700. La lista de los “hole in one” es mucho más larga y ahí se suman los Valdivieso, Matte, Browne, Vial, Carey, Walker y suma y sigue. En cambio, no hay nada de exclusivo en los lienzos, los carteles, los globos negros y la bandera chilena que acompañan al sindicato Nº1 y Nº3 que agrupa a coperos, garzones, cocineros y personal de mantenimiento de las canchas de tenis y de golf, y las personas a cargo de los lockers.
El jueves 3 fue la última conversación que los trabajadores tuvieron con la gerencia, encabezada por el gerente general Michael Comber. Ahí se quebró el diálogo cuando se ofrecieron $20.000 en vez de los $70.000 que pedían ambos sindicatos. Junto a eso, solicitaban un aumento en el bono de escolaridad y que el de colación pasara de $15.000 a $18.000. Junto a ese, el aumento del bono de locomoción de fin de semana de $4.000 a $6.000 y que el de vacaciones fuera correspondiente a un sueldo mínimo, lo mismo que el bono por término de conflicto.
En cambio, la oferta de la gerencia ofreció $38.000 por término de conflicto y un préstamo de $500.000 a 20 cuotas. Un tercer sindicato, ya había aceptado esas condiciones, como durante años anteriores lo habían hecho todos los trabajadores. Pero estos dos sindicatos no estuvieron dispuestos a aceptar lo mismo que les habían entregado cada dos años, que es cuando negocian con la gerencia: “en la negociación anterior lamentablemente nos bajamos los pantalones por muy poco”, dice Astrid, copera, que trabaja en el Club de Golf Los Leones hace cuatro años.
Lo que pasa, dice Sergio Tobar, secretario del Sindicato Nº1, es que “ahora estamos pidiendo lo que queremos, no lo que ellos quieren dar”, dice. En total son 180 trabajadores, de los cuales 98 -agrupados en los sindicatos Nº1 y Nº3- se encuentran en huelga legal. Esperan que luego de la visita desde la Seremi del trabajo ayer, se organice una mesa de diálogo y lleguen a acuerdo.
Mientras, el Club ha seguido funcionando con reemplazos, cuenta Sergio, que es garzón en el casino. Dice que tuvieron hasta a los guardias cumpliendo las funciones necesarias. Aunque no está dentro de las demandas, varios trabajadores se quejan también del problema de los días libres. Astrid -copera hace cuatro años- dice que ha tenido que vender sus domingos libres por $20.000. Normalmente trabajan de martes a domingo, pero con dos domingos libres al mes. Además, dice que en caso de faltar un turno, los obligan a recuperar el día domingo completo.
Ya el viernes el presidente del Sindicato Nº1, Carlos González, señalaba que “los socios nos decían que esto era una vergüenza para el Club, que se daña el prestigio, porque claramente las platas están. Y claro, nosotros sabemos que este es un club social, que acá están los grupos económicos más grandes del país”.
En efecto, Carlos Castillo -que trabaja hace 15 años en el mantenimiento de la cancha de tenis- y Claudio Jara -21 años en la casilla de palos de golf- y Sergio, rápidamente empiezan a enumerar a algunos de los socios de memoria:
- Acá están los Von Appen que tienen minería y las represas.
- León Vial, de los Larraín Vial
- Los de Blanco y Negro
- Del Banco Penta
- Los Cueto
- Piñera, los Solari, de Falabella, están acá, comentan.
Sin embargo, Sergio se apresura en decir también que el problema no es con los socios sino con la empresa. Que muchos socios los han apoyado. Carlos agrega que “en el tenis atiendo a sus señoras, a ellos, a sus hijos. Conocemos personas que los conocimos chicos y ahora están saliendo de la universidad. Somos de tú a tú, somos como familia. No así con los empleadores”.
María, que trabaja hace tres años en los lockers de mujeres, también agrega que los socios no saben de los pormenores de la huelga: “hay una dirección y hay gente que se encarga de esos casos. Y ellos no le comunican a los socios, no saben cuánto ganamos ni en qué condiciones trabajamos”.
Su trabajo consiste en atender a las mujeres, cuidar sus cosas personales, ordenarlas “y conocer los tiempos en que van a llegar para poder colocarles la ropa en la ducha”, cuenta. Además dice que hay buena relación con las mujeres, que llegan de a 30 durante una mañana normal y dejan en promedio $10.000 de propinas mensuales: “ellas son muy amorosas con nosotras, conversan con nosotras, se interesan por nuestras familias, hay como una relación bien de cariño, un buen fiato. De ellas no hay nada que decir”, señala.
Astrid -copera hace cuatro años- incluso agradece a un socio que el viernes pasó en su auto y les dejó $20.000 en el tarrito para juntar dinero para la huelga. Dinero que seguramente aprovecharán para pagar los partes que ya les han sacado. Sergio dice que intentaron razonar con los funcionarios municipales, pero no hubo caso: “bueno, es la pega de él. Pero la gente acá son buenos contribuyentes, entonces llaman y tienen que venir corriendo. En todos lados manda la plata”.
Y según señalan los trabajadores en huelga, este precisamente no es un problema de plata. Claudio dice que pagan cuotas trimestrales “como de tres gambas, tres gamas y media. Pero por uno. Hay socios que tienen cinco o seis cargas y tienen que pagarlas todas”. Además agrega que la cuota de incorporación es millonaria.
Además Sergio agrega que sólo el departamento del casino genera semanalmente unos 20 millones de pesos y Claudio añade que a eso se le suma el arriendo de la cancha de golf para campeonatos: “por un día, te cobran 220 millones de pesos”. Entonces, dicen “no es por falta de lucas”.
La mayor responsabilidad se la atribuyen a la nueva administración del departamento de alimentos y bebestibles, empecinada en recortar gastos. “Yo llevo 10 años aquí. Cuando yo llegué aquí se trabajaba la centolla, el caviar, el rojo el negro, la langosta. Ahora no existe nada de eso. Los costos lo están cuidando para el bolsillo de ellos”, dice Sergio.
De hecho, Andrea, que trabaja hace 5 años en la cocina dice que esta nueva administración “sacó los platos que no se vendían tanto, el pavo, el pato, cosas así. Dejó lo más barato. Y como intentando darle un poco de chispa a la carta introdujo otros platos nuevos, como tortilla española, empanadas, se ha ido mermando un poco la calidad y las preparaciones. Porque antes igual se trataban de hacer cosas más exclusivas”.
Sin embargo, dice que lo más popular es el fricassé de pescado o de criadillas, aunque la idea es que los socios llegan y piden lo que quieran: “acá a los socios se les prepara lo que ellos quieren, es como que estuvieran comiendo en la casa. Más que un restaurante donde tú pides a la carta. Igual hay una carta, pero ellos son regalones”. Dice además que con estos cambios, los más jóvenes prefieren ir al Club de Polo a comer, donde hay mayor variedad.
Andrea también señala que un sanwich italiano -aunque con filete- puede salir unos ocho mil pesos y que ha visto cuentas que alcanzan a ser un sueldo mínimo. “Y aquí hay hasta curas de socios y se gastan esa plata, cara de palo”, dice. Aunque lo bueno de eso, son las propinas: “hay socios que dejan más del 10%. De hecho, hay algunos que en las noches hasta se curan y se ponen más contentos y dejan más”.
Además añade que estos recortes serían porque hace algún tiempo “se despilfarraba bastante”. El problema, dice ella “es que a la hora de ahorrar plata siempre joden a la gente. Nos joden con bonos, nos baja la calidad del uniforme, la calidad de la mercadería de la cocina. Compran mercadería más barata, de menor calidad, tratan de comprar por volumen y eso les sale más barato, pero eso obviamente hace que la comida ya no sea tan fresca”.
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